One of my favourite interviews, with renowned Yucatan artist Marcela Díaz, is now in español. Much gratitude to a dear friend and fellow writer, for all his assistance with the poetic translation.
Una mujer solitaria se para al borde, mirando hacia al abismo de su propia vida. La noche es confidencial, únicamente con las estrellas como testigos. Ella, cuidadosamente abre una caja de fósforos que ha estado sosteniendo en sus manos las últimas horas. Toma su último sorbo de vino, que ha sido su compañero y fortificación en esta noche oscura y quieta. Después, enciende el fosforo y observa como su mundo se sume en las llamas.

Marcela Díaz fue criada en Monterrey, México. Cuando su padre murió repentinamente a la edad de 38 años, ella junto con su madre joven y sus seis hermanos y hermanas regresaron a sus raíces, a Mérida. “Yo tenía tan solo ocho años cuando perdí a mi padre”, Marcela me compartió, “y de alguna forma también perdí a mi madre. Ella estaba siempre en el hogar, pero después de la muerte de mi padre, ella tuvo que dedicarse al trabajo para mantenernos – nosotros nos mudamos de una vida con mi padre a una sin él, y eso fue un poco aterrador para todos nosotros.”
Es difícil imaginar a Marcela asustada por cualquier cosa – ella encarna una ferocidad y fuerza que hacen contraste con su suave voz y escasa estatura. Marcela toma asiento enfrente de mi, con un nuevo corte de cabello estilo pixie, haciéndola parecer mucho más joven de sus 53 años. Como el fénix, Marcela se ha alzado entre las cenizas de una vida marcada por el dolor y pérdidas. Ella se ha despejado de todos los escombros de su alma, y canalizado su pasión y convicción en una sola cosa que trasciende toda pérdida – su obra.
Es la obra lo que nos conecta. Sus esculturas masivas hechas de cuerda de henequén o algodón son algo que nunca he visto. Las cruces claveteadas con cactus, las cuerdas y nudos enroscados como si fueran cuerpos en la muerte y la vida, los vestidos elevados sobre mi cabeza; todos son hermosos y dominantes, y al ver todo esto me encontré determinada a conocer a la artista responsable de inspirar mi propia alma.
Como un centinela, la mujer se erige como una guardiana mientras las llamas devastan la sangre de su vida y su dolor. Sudor y lágrimas, junto con cientos de días de soledad son ahora una pira funeraria de ira y auto-odio. Ella respira el olor acre del ardiente henequén, sin sentir ninguna clase de remordimiento sobre lo que ha hecho. Esta es su penitencia, su cruz que tiene que cargar. Su amado ya no camina en la tierra y es la fosa ardiente que la liberará de su manto de vergüenza.
Marcela Díaz se convirtió en un artista cuando ya era una mujer madura – tenía 43 años cuando tuvo su primera exhibición. Tuve curiosidad sobre cuál fue el catalizador de su dramática transición de esposa y madre a una artista obsesionada, y le pregunté como sucedió esto. “Cuando llevé a mi hijo mayor a la universidad en los Estados Unidos, me la pasé llorando en el avión todo el camino volviendo a casa”, Marcela compartió. Se puso silenciosa mientras vivía nuevamente este momento en su mente, todavía muy vivo aunque ya ha pasado una década desde eso.” Era como si pudiera ver mi vida enfrente de mí – una vida llena de perdida. Pude ver que iba a perder a mis próximos tres hijos al mundo, justo como me paso con el primogénito, pero aun más importante, pude ver que también yo iba a perderme a mí misma.
El dolor de esos momentos estaba grabado en el rostro de Marcela, y yo esperé calmadamente mientras ella se compuso. “Aunque fui criada por padres estrictamente católicos, no soy un católico practicante. No voy a misa o confieso mis pecados. Sin embargo, converso con Dios a diario y creo en la divina providencia. Han habido muchos lugares en mi vida donde no pude observar más allá de mi dolor y en cada uno de estos lugares, un regalo se me fue otorgado que solo puedo interpretar como una especie de milagro”.
Yo estaba impactada con la abertura y generosidad que Marcela tenía conmigo, dada nuestra amistad apenas iniciaba. Le pregunte acerca de estos “regalos”, esos momentos de divina providencia, y como la han moldeado como persona y como artista.
“Gerda Gruber fue uno de mis regalos”, Marcela ríe. “Tenía 39 años cuando vi una publicidad en el periódico que decía que Gerda estaba aceptando a una estudiante más en sus cursos de residencia de escultura de 3 años. Todavía estaba en una profunda melancolía que parecía no tener fin, y la llamada a artistas de Gerda despertó mi alma. No era una artista y nunca lo había sido, pero sabía con cada fibra de mí ser que esto es lo que fuí destinada a hacer. Obviamente Gerda también creía esto – ella acepto mi apasionada petición y tres años más tarde, encontré mi voz como artista.
Un pequeño y persistente sonido interrumpe el ensueño de la mujer y por un instante, se pregunta dónde está. El sonido continúa, luego se detiene, y una voz susurra en su oído, “Hermanita, preciosa, tu sobrina está llamando desde Francia”. La mujer se vuelve para ver a su hermana de pie a su lado – parece que su hermana está siempre al lado de ella – La mujer toma el teléfono y escucha la voz lejana de su sobrina. “Tía, lo vi, vi a tío en un sueño hermoso. El estaba sentado en una silla, mirando tu exposición, toda tu obra, y estaba sonriendo. Me contó lo orgulloso que está de ti, lo muy muy orgulloso que está de ti. Él era todo tan real que sentí que hasta podía tocarlo”.

Le pregunté a Marcela sobre todas las cruces presentes en su obra, un símbolo obvio, pensé, dada su crianza religiosa. “Mis cruces no son símbolos de cristianismo – mis cruces son símbolos del hombre y de la mujer,” ella asevero. “Estas pueden acostarse en abyecta desesperación, estas pueden pararse fuertemente con los brazos tirados de par en par como si estuviesen diciendo “aquí estoy, abrace a quien soy”. O podrían liberar sus espinas de ira hacia el mundo, porque guardar esa ira adentro es igual a morir.”
¿Y los vestidos? “los vestidos son bellos”, ella afirmo, “pero son mucho más que eso. Los vestidos son como ‘artificios’, máscaras que usamos como mujeres, con los papeles que desempeñamos o somos forzadas a realizar. Estas representan los confines de una sociedad preocupada por la percepción y lo apropiado. Representan la fuerza y la individualidad inherente a en nosotros mismos, pero que frecuentemente no se ve ni se abraza. Son la muestra de la Doña, la Esposa, la Niña, la Madre, la Puta, la Mestiza, la Yucateca.” Cuando pregunte acerca del henequén en sí no hubo titubeos. “Henequén es Yucatán, Yucatán es el henequén, y por lo tanto, yo también soy el henequén. El henequén lleva consigo una gran historia de extrema riqueza y pobreza, fuerza y fragilidad, belleza y dolor”. Descubrí mi identidad en el henequén, hallé un sentido de pertenencia, encontré a Marcela.
La mujer se para en el borde del fuego ardiente, observando cómo los retazos de su obra se cuelgan en el cielo como si fueran polvo de estrellas. Su cuerpo en una vara de adivinación, volviendo a las fuentes de su angustia como si dijera, “esto también, es la fuente de tu despertar.” Con una claridad que nunca había conocido, ella comprende que este no es el fin del trabajo de la vida, es tan solo el comienzo. Y es su amado quien la ha liberado.
Although I can’t actually read this version, I am very impressed with you being able to write/translate it in/to Spanish. I would love to hear you tell me about the interview with an audio blog some day.
Oh, I wish I could speak Spanish! It was an interesting translation to English on my computer. What a powerful woman and artistic work. Her vulnerability and strength are equally portrayed in this post Ali. Well done.
2016-11-23 6:59 GMT-07:00 YomimiYo :
> Alison Wattie posted: “One of my favourite interviews, with renowned > Yucatan artist Marcela Díaz, is now in español. Much gratitude to my friend > and fellow writer, Jeff Blackstock, for all his assistance with the poetic > translation. Una mujer solitaria se para al borde, mirand” >
Google translate is a wicked thing! But at least you have the English version to refer to! Wish I was at a place where I could translate myself but c’est la vie. This for reading sista xo